lunes, 20 de abril de 2015

17.- PEROLET DE HABAS


RECORDS DE LA MEUA INFÀNCIA. PUBLICAT EN EL DIARI LES PROVÍNCIES
01-11-2014.  





   Habíamos cargado el carro hasta los topes, colchones, cojines, la ropa plegada y enrollada entre sábanas. Apenas había sitio para nosotros. Dentro de unos capazos, las orzas rellenas de carne de frito de la matanza de los animales de corral y que sería nuestro sustento durante el invierno. Los recipientes de olivas chafadas y las ralladas en su salmuera.
Molesté más que ayudé a mi abuelo a descargar. Una vez las cosas en su sitio, teníamos que llevar la comida al 'rebost', que no era más que lo que llamados despensa, debajo del hueco de la escalera con una puerta bajita que te tenías que agachar para entrar.
Bajabas un escalón y entrabas en el santuario. A la derecha, dos botas de vino de 600 litros en vertical y una última en horizontal sobre un caballete de madera que, según decía mi abuelo, guardaba la esencia, la madre de todas las cosechas pues allí iba a parar los restos de las restantes botas antes de limpiarlas para una nueva añada. El suelo era de tierra blanca prensada para que absorbiera la humedad del habitáculo y junto con una ventanita con tela metálica hacía que la temperatura fuera la idónea. A la izquierda, bajo unos bancos de obra se ponían las orzas de carne y arriba la de los encurtidos. Unas cañas colgaban del techo, presagio de que no tardarían a colgar en ellas embutidos.
Mi abuela se fue al cementerio a arreglar las lápidas de los familiares ya fallecidos. Le fueron útiles los crisantemos que había recogido del jardín de la casita. Mi tía Pepa había remojado unas habas de la ceja negra que del año pasado aún tenía secas para hacer un 'perolet'. Puso la cazuela al fuego. Con aceite de oliva sofrió cuatro trocitos de sobrasada y de butifarra junto con unos ajos chafados con su piel. Los retiró. Sofrió unas costillitas de cerdo y unos trocitos de panceta. Echó las habas escurridas y trozos de alcachofa. Añadió pimentón seco, removió bien y le echó un vaso de agua. Cuando todo estuvo tierno y casi no quedaba caldo, puso la butifarra y la sobrasada por encima. Diez minutos antes de servir, cascó un huevo por persona y tapó.

Mi abuelo preparaba los vasos con agua y aceite para encender las mechas de las mariposas en recuerdo de las ánimas. Era Todos los Santos.