martes, 4 de agosto de 2015

CUANDO DE UN RESTAURANTE SOLO TE GUSTA SU MOBILIARIO





   La cultura gastronómica nadie duda que está en alza y cada vez son más ciudades y pueblos que desean realzarla como un aliciente más de aporte al mundo del turismo. El recuperar platos tradicionales, innovarlos, adaptarlos a nuestros tiempos y ofrecérselos al comensal, es sin duda, una encomiable labor de los muchos restauradores de hoy en día.

   Pero la gran pregunta es y será el donde degustar esa oferta que hoy quieren encumbrar. ¿En un lugar donde dos habas secas hidratadas acompañadas de dos cucharadas de arroz y florecitas comestibles nos digan que es nuestro tradicional “arròs en fava pelá” pagando un potosí por ese plato? La presentación es importante siempre y cuando se haya cocinado tradicionalmente. Eso es la innovación del plato.

  ¿Qué te ofrezcan un menú del día por 18 € para después cobrarte hasta el aire que respiras, acabando por pagar más de 30 € por comensal?

   ¿O en ese restaurante famoso que has comido un chuletón de ternera casi crudo, atemperado previamente al calor de las brasas y con sus treinta días de cámara mínimo desde su despieza, sabiendo a gloria bendita y que hoy, el plato se te inunde de sangre y fluidos porque al ternero lo mataron ayer y no ha visto la cámara frigorífica ni en pintura? Su escusa: que en verano tenemos mucha demanda. 

  Tenemos que reflexionar y pensar mucho que oferta gastronómica se ofrece y sobre todo como se ofrece. No es fácil porque nadie controla eso y son clientes de paso que pagan, callan y nunca más santo Tomás. De ahí que la fama no debe ser fugaz y la profesionalidad hay que mantenerla cada día del año. 

 Por el contrario, sin tantos protocolos ni tapetes de hilo blanco y vajillas impolutas existen muchísimos templos del comer, que con sus manteles y servilletas de papel, ofertan unos menús diarios, una tapas tradicionales y sobre todo, unos precios justos que a veces ni te crees que por 10 € hayas podido comer así. 

 El verdadero gastrónomo debe salir a buscar recovecos y no empecinarse con el nombre del restaurante o del Chef de moda. Hay muchísimos Bares, sobre todo en nuestros pueblos que no salen en periódicos, ni en guías, ni en grandes eventos, pero que día a día, hacen una cocina de excelencia. 

  Con muchísimo respeto a todos los profesionales que arriesgan y sobre todo a aquellos que están consiguiendo que nuestra Comunidad sea referente gastronómico mundial. Pero sobre todo, agradecer a esos cocineros/as anónimos que día a día nos ofrecen esos bocadillos de calamares, esas pelotas de putxero, nuestro “all i pebre”, nuestra “gambeta amb bledes”, “el bull amb ceba”, nuestras paellas, nuestras cocas… Personas que engrandecen nuestra cocina y que mantienen la tradición. Gracias. 

  Como digo, de un restaurante no puede gustarme solo su mobiliario.