Existen elaboraciones de morcillas sin
carne, que sólo llevan cebolla hervida, manteca de cerdo, sal, pimienta,
clavo, orégano y sangre. Pero lo más normal es que llevan papada, tocino y
careta de cerdo, sangre de cerdo y por supuesto, sal, orégano y clavo de olor.
No se sorprenda si encuentra algunas a las que se les ha añadido huevo o
fécula de patata.
Las morcillas (butifarras), una vez hecha la mezcla de sus
ingredientes, se embucha en tripa natural (así debería ser) y luego se hierven
en una caldera con agua. Posteriormente se cuelgan en secaderos especiales
para su oreado.
La elaboración de los embutidos es parte de nuestra idiosincrasia como pueblo,
es un elemento diferenciador y forma parte de nuestra cultura gastronómica
propia como pueblo. ¿Los mejores? Las de nuestro pueblo, los de nuestro
carnicero habitual. Ver más pinchando
AQUÍ.
Para la elaboración de esta receta, necesitaremos para cada plato:
1
morcilla o butifarra recién hechas.
Ajos tiernos. Preferibles gruesos.
1 huevo
de gallinas criadas en el suelo.
Aceite de Oliva y sal.
Empezamos lavando bien
los ajos tiernos, pues siempre queda algo de tierra entre sus hojas. Los
cortamos en trozos.
A la morcillas o butifarra les quitamos la tripa que las
envuelve y las desmenuzamos.
Sartén al fuego, fuego suave, aceite de oliva y
echamos la morcilla dentro removiéndola para que se dore por todos los lados.
Añadimos ahora los ajos y removemos todo como si hiciéramos un revuelto.
Poco
tiempo más y ponemos el huevo encima sin romperlos. Tapamos la sartén y
esperamos que la clara cuaje. Si lo presentamos en cazuela de barro, podemos
introducirla al horno para cuajar el huevo. Otro truco es hacer a parte el
huevo escalfado y ponerlo encima.
Importante que la yema quede cremosa para que al
romper podamos mezclarla.
Un buen revuelto, sencillo pero delicioso para tapa o
entrante.