Se
hace una salmuera con agua (no clorada), sal natural (sin yodo añadido) y
vinagre.
La
proporción que nunca falla es: En una jarra de cristal poner tres dedos de
vinagre de vino blanco; rellenar de agua e ir añadiendo la sal poco a poco
removiendo con una cuchara de madera (nunca utilizar metal, pues se oxidaría)
hasta que no admita más, es decir, que veas que la sal ya no se diluye más.
Otra
manera más exacta sería, por cada de diez vasos de agua, uno de vinagre y medio
de sal marina.
Lavamos
los chayotes y los cortamos en rodajas o en gajos. Si no tenemos prisas en
consumirlos y queremos guardarlos largo tiempo, los pondremos enteros.
Los
introducimos en unos botes de cristal bien limpios y los cubrimos con la
salmuera que hemos hecho.
Hacer
una corona con ramitas de limonero y de algarrobo de la parte más vieja (si
pones hoja tierna amargará). Las hojas del limonero le dará su aroma, las de
algarrobo hará que no ablanden y las varitas sujetarán los chayotes para que no
floten en el líquido y se pongan malos.
Tapar
el bote y a esperar al menos un mes.
Esta
salmuera puede durar perfectamente en un lugar oscuro sin destapar un año.
Nunca
toquéis la salmuera con nada de metal. No metáis la cuchara para sacarlos. Las
manos limpias, la mejor herramienta. Quitáis la corona, sacáis y la volvéis a
meter.
Un
truco de mi abuela. Si ponéis el tarro al sol, acelerará el proceso. El calor
ayuda a fermentar.
Si
aparece una especie de telilla por encima, indicará que la salmuera está
perfecta. Cuando metáis la mano, la rompéis. No pasa nada. Importante mantener siempre
bien cerrado el bote.