RECORDS DE LA MEUA INFÀNCIA. PUBLICAT EN EL DIARI LES PROVÍNCIES
04-10-2014.
Subir las escaleras con el candil de aceite
encendido, era toda una proeza. Los escalones eran altos y costaban de vencer.
La salita donde dormíamos estaba en la parte de arriba, justo enfrente de la
cambra, donde servía de dormitorio y de despensa a la vez. Una estora (vela) para
tapar los cañizos en época de la escaldà colgaba del techo de la encañizada,
servía de separador entre la “suite”, los melones y los tomates colgados de las vigas.
Sin embargo, nuestra estancia era más acogedora, justo encima del cuarto de matrimonio de mis
abuelos y al lado de la cuadra donde se
podía perfectamente escuchar el rebuzno de la burra o el canto del gallo de
buena mañana. Colgar el “cresol”, desnudarnos y meternos en la cama, todo era
una cosa. Mi tía Pepa, que dormía en la cama de al lado empezó con las
oraciones que tenía que repetir: Jesusito de mi vida eres niño como yo… Apagó de
un soplido el candil, la brasa humeante de la mecha desprendió un olor a aceite
quemado que me encantaba.