RECORDS DE LA MEUA INFÀNCIA. PUBLICAT EN EL DIARI LES PROVÍNCIES
27-09-2014.
Había refrescado. La lluvia, que había sido escasa
durante todo el verano, asomaba desde el cielo. Mi abuelo había tapado con
cañizos una arcada del riurau y había bajado la persiana de caña (canysola) en
otra para resguardar la estancia.
Sentado en una silla baja, con un tronco entre las piernas que le hacía
de soporte, se dedicaba a romper las almendras
que no se habían podido pelar
(corfuts), aguantando una a una entre los dedos y con un golpe de
martillo las partía con muchísimo cuidado de no romper la semilla ni
machacarse los dedos.
Parecería una pérdida de tiempo, pero no. Era su tesoro preciado
y me explicaré. Una vez partidas las almendras, separaba la semilla de la
cascara dura y las ponía sobre un cedazo que pasaba por encima de un caldero de
agua hirviendo (vapor) sin parar de remover. Con ello conseguía quitarle
fácilmente la fina piel que le quedaba y se mostraba de un blanco reluciente.
Perlas las llamaba. Después las ponía a
secar sobre un cañizo de caña fina al sol, para así quitarle la humedad. Ese fruto blanquísimo de la almendra soleado
era garantía de dinero seguro.
En cualquier horno de pan se pagaba a muy buen
precio, pues una vez molido, les servía para la elaboración de las pastas
artesanales con almendra.
Mi abuela tenía cocinado de buena mañana, pollo en
escabeche. Había troceado la carne, la salpimentó, la había dorado bien en
abundante aceite de oliva añadiendo unos ajos machacados con su piel. Abundante
cebolla cortada a cuartos y cuando estaba dorada, puso unos granos de pimienta
negra, unas hojas de laurel y echó un
vaso de vinagre de vino blanco y espero que evaporase un poco, después puso
un vaso y medio de agua del pozo. Dejó
cocer sobre quince minutos para ligar
los sabores y retiró del fuego. Al medio día estaría al punto para comer.
La lluvia seguía cayendo sin prisas. Era como debía, pues así
penetraría en la tierra aún seca sin que se desaprovechara. La huerta daba sus
últimos frutos y pronto se daría una nueva labor, para sembrar las habas que
vendría por semana santa.
El olor a tierra mojada despertaba mis sentidos, el otoño
había llegado casi por sorpresa.