15.- PERDICES CON TOMATE
RECORDS DE LA MEUA INFÀNCIA. PUBLICAT EN EL DIARI LES PROVÍNCIES
18-10-2014.
Eran las cuatro y media de
la madrugada y se oían ruidos por la casa. Mi abuelo, que no había podido
dormir en toda la noche, deambulaba de
un lado para otro, comprobando pues, que
en el “sarnacho” no le faltara nada.
Comprobó su navaja, una hogaza de pan con un trozo de tocino, y una caja de
cartuchos que él mismo había rellenado. La cosa no daba para más. La economía
del ahorro y las propias necesidades, hacían que no estuviera para gastar más
de lo justamente necesario. Un domingo
de caza acababa de empezar.
Jeni , que así se llamaba su fiel perra Braca,
ya había intuido desde el corral que se estaba preparando una larga jornada, junto
a su amo. Lanzaba un leve lloriqueo de ansiedad para que le abrieran la puerta
y juntarse con su amo. Sabía ya que una jornada de campo le esperaba.
Con la escopeta colgada al
hombro, su perra y con cara de felicidad inexplicable, se fue al encuentro de
un día de campo para disfrutar de lo que más le gustaba, la naturaleza y la caza.
A su regreso, escarbé el
“sarnacho” y allí estaban, dos preciosas perdices machos que certificaban que mi abuelo era uno de
los mejores cazadores de los alrededores. No era fácil en estas tierras
montuosas abatir una perdiz brava. Paciencia, suerte y coraje tenías que tener.
En poco tiempo ya estaban peladas, soflamadas, troceadas en cuartos y sal pimentadas.
Serían la componenda de un suculento guisado de, PERDIZ CON TOMATE.
Preparó la olla con abundante aceite de oliva, sofrío los ajos y los retiró. A continuación hizo lo
propio con los trozos de perdiz previamente salados - a fuego medio- hasta que
estuvieron bien doradas. Puso abundante
pimentón molido y removió. A continuación echó abundante tomate rallado,
una ramita de ajedrea verde, tapó para que no perdiese de momento agua, pues
debían cocerse con la propia del tomate. Rectificó de sal. A media cocción con
la cazuela tapada, puso unas guindillas sin marearla mucho y poder así
retirarla más tarde.
El guisado quedó sólo
con el aceite y el abundante tomate bien frito que mojamos con ese maravilloso
pan de pueblo.